LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN

 

El principio básico de nuestra existencia es crear cosas que no existen.
El hombre desde tiempos inmemoriales ha sido guiado por este sentido de creación y gracias a ello la humanidad se ha desarrollado como la conocemos y la herramienta principal de esa creación, que incluye la del mundo actual, es el aprendizaje. Por ello surge el sistema de enseñanza-aprendizaje, ya que el hombre necesita seguir creando y descubriendo nuevo conocimiento el cual adquiere un valor cada vez más grande en esta Era del Conocimiento (o de la Información), como se ha dado en llamar la época que nos ha tocado vivir.
El conocimiento tiene un valor no sólo intangible, sino claramente tangible, que se puede medir en nuestra propia calidad de vida y en los índices y factores que se evidencian a nivel social como problemáticas. Tal es el caso de la violencia, la delincuencia, la discriminación, drogadicción, alcoholismo, prostitución, suicidios, etc.
Esa es la verdadera medición de la calificación más importante que obtenemos en la vida: el éxito o el fracaso.
Y este éxito o fracaso está íntimamente ligado con nuestras expectativas, potenciales y adaptación a nuestro medio ambiente. Podemos poseer las mejores calificaciones de nuestra generación o un alto coeficiente intelectual, pero si los resultados de nuestra vida no nos satisfacen quizá estamos teniendo una carencia en nuestra formación como individuos, es decir en nuestra educación.
Es por ello que se requiere que la educación, dinámica en su propia naturaleza, redimensione la capacidad de transformación social que posee y asuma los retos de la nueva formación humana que la modernidad demanda y esto incluye el aprendizaje en otras áreas del quehacer humano que puedan tener impacto y utilidad práctica en la vida de los individuos de nuestra sociedad.
Educar no significa solamente transmitir conocimiento, incluye muchos aspectos más, por lo que el docente debe tener la plena conciencia que la exigencia de su compromiso se redobla ante estas circunstancias.
La educación ha de organizarse en cuatro aprendizajes fundamentales que serán, para los individuos, sus pilares de vida:
 Aprender a conocer, dotando a los individuos de los instrumentos de la comprensión.
 Aprender a hacer, para incidir en su entorno y la transformación del mismo.
 Aprender a cooperar, para una vida social armónica, de intercambio y crecimiento armónico.
 Y Aprender a SER que amalgama los tres aprendizajes anteriores como proceso fundamental.
Esta visión de la educación  está dotada de un profundo sentido de congruencia con las demandas de nuestro entorno social y contempla el aprender a SER como una posibilidad real de la educación escolar, solucionando al mismo tiempo una problemática social de grandes dimensiones que se ve reflejada en el aula de forma particular, impidiendo, además, el buen desarrollo del proceso educativo. 
Al estudiante no podemos verlo simplemente como un individuo que asiste a la escuela para recibir conocimiento, sino como una persona que está en formación de manera multidimensional y que requiere de este aprendizaje que muchas veces el contexto social convierte en un proceso muy complejo.
Los docentes tienen la posibilidad de dotar a sus alumnos de estos aprendizajes que están necesitando, pero deben verlos no como seres unidimensionales  (alumnos) sino como personas que necesitan satisfacer sus necesidades y encontrar el sentido más profundo de su existencia: lo que hemos dado en nombrar genéricamente como felicidad.
Es bien sabido que los individuos más felices son los que poseen mejor autoestima, mayor autocontrol conductual y emocional, disponen de un estilo cognitivo positivo y mantienen relaciones adecuadas con los demás, saben, también, reconocer sus propias emociones y expresan sus sentimientos de forma adecuada, basándose en el respeto, la tolerancia y la honestidad.
Todos estos aspectos, si los transferimos en el aula, no sólo estaremos ayudando a nuestros alumnos a conseguir sus metas  y a elevar su calidad de vida, sino que, aunado a ello, conseguiremos crear un clima más armónico, con menos problemas por resolver y con un espíritu de colaboración en el salón de clases que hará nuestra tarea más edificante y finalmente, lo más importante, nos hará trascender como seres humanos. Así el docente tiene una ganancia significativa si asume la tarea de enseñar a ser además de enseñar a conocer.
La educación emocional y el desarrollo de competencias son aspectos que debe contemplar un sistema educativo eficiente, pues de ellos dependen las relaciones entre alumnos y alumnas, entre docentes y alumnado, entre docentes y directivos y todo el conglomerado humano que constituye la comunidad educativa, incluyendo también a padres de familia, cuya tarea es primordial para el éxito del proceso educativo y de una mejor convivencia en el centro escolar.
 TOMADO DEL LIBRO "EL DOCENTE EXTRAORDINARIO"

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Perito Agrónomo. Prof. de Nivel Inicial, Estudiante de Lic. en TiC's, Cursando Seminario de Pedagogía Waldorf,

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