"Los medios de comunicación tienden a aplanar el pensamiento y la imaginación transformando a los chicos en consumidores desde chiquitos. La Filosofía para Niños busca darle herramientas para que sean más activos frente al mundo que los rodea, que puedan cuestionar lo que se les dice y tengan sus propias ideas", dice Santiago, autor del libro Filosofía con los más pequeños. Fundamentos y experiencias editado por Novedades Educativas. La Filosofía para Niños tiene origen a fines de los años '60, cuando el filósofo estadounidense Matthew Lipman comenzó a desarrollar un programa con jóvenes no universitarios que apuntaba a acercarlos a una práctica de la filosofía. El objetivo no era formar filósofos profesionales sino estimular el pensamiento crítico, creativo y sensible.
Luego de su experiencia con alumnos de escuelas secundarias, Lipman pensó que esta metodología podía aplicarse con niños desde los 6 años y, más adelante, sus colaboradores lo aplicaron con niños desde los 3 años.
"La técnica es siempre la misma. -explica Santiago- A partir de una lectura se les presenta a los chicos la posibilidad de reflexionar sobre diversos temas. Se trabaja con textos escritos especialmente para esta tarea; novelas en las que los protagonistas son chicos comunes, de la misma edad que el grupo escolar con el que se está trabajando, que viven situaciones cotidianas. Son pequeñas escenas donde aparecen cuestiones de la vida cotidiana, éticas o acerca de qué es la realidad, que funcionan como disparadores. El papel del docente es el de coordinar la discusión sin volcar sus propias opiniones", explica Santiago, autor de las novelas filosóficas para niños Filomeno y Sofía, El libro de las Tortugas y En la tierra de los Dinosaurios.
Sin hacer una referencia directa a los textos y autores clásicos, estos textos presentan ficcionalmente los temas centrales de la historia de la filosofía. Por ejemplo, en El libro de las Tortugas se cuenta una historia de unas hormigas en el hormiguero que representa el mito de la caverna de Platón y en Filomeno y Sofía hay un pasaje que se llama Renato, el desconfiado que habla sobre un niño que representa a Descartes. Si bien el programa de Filosofía para Niños fue creado para ser trabajado por docentes dentro del ámbito institucional, también los papás pueden estimular esta forma de pensamiento. Santiago sugiere leerles a los chicos un episodio de estas novelas antes de irse a dormir y darles a los chicos el espacio para que reflexionen pero, advierte, "sin bajarles línea". Recomienda utilizar las novelas escritas para ese fin ya que muchas veces los textos literarios son muy fantásticos y los chicos no logran identificarse con los personajes o tienen implícita una moraleja que indica cómo actuar frente a determinadas situaciones.
Estos textos relatan situaciones cotidianas vividas por personajes de ficción para que la distancia permita realizar un análisis más objetivo y que el pensamiento fluya con mayor libertad. Pero a los chicos las preguntas "filosóficas", éticas o metafísicas les surgen a diario, frente a sus propias vivencias.
Para Santiago, el lugar del adulto debe ser el de devolverle la pregunta e invitarlo a buscar juntos una respuesta. De lo que se trata es de mantener viva la curiosidad innata de los chicos y no cerrarla dándole respuestas tajantes como si se tratara de verdades absolutas.
"Los adultos tienden a darles a los chicos información innecesaria. Por ejemplo, cuando un chico pregunta qué es el sueño y el padre le responde en términos científicos 'es una actividad que hace el cerebro mientras nosotros dormimos'. Si, en cambio, profundizamos en sus planteos, si estamos atentos y dejamos que ellos puedan reflexionar y expresarse, tal vez su planteo se enriquezca. La idea es trabajar esa forma de pensamiento para que puedan ser críticos, creativos y sensibles desde una puesta en acto de ese pensamiento y no a partir de una información que reciben", dice Santiago.
Preguntas difíciles
Cualquier pregunta "filosófica" que hagan los chicos es difícil de abordar desde el punto de vista de los adultos. Pero sobre todo hay algunos temas que al adulto le generan conflicto: la muerte, el sexo, la guerra, entre otros.
"Cuando un chico pregunta sobre la muerte, el padre tiembla. Lo mismo pasa cuando, un poco más grande, pregunta por el sexo", describe el profesor Gustavo Santiago, investigador en Filosofía para Niños. "Lo mejor en estos casos es re-preguntar '¿por qué te surgió la pregunta?', antes que embarcarse en una respuesta complicada que al chico no le sirve para nada. Tal vez, si uno lo deja al chico que desarrolle su planteo se queda tranquilo y le genera menos conflictos.", dice.
El ejemplo más cercano en el tiempo es el caso de la última guerra en Irak, un tema del mundo de los adultos que los chicos recibieron como un impacto visual a través de los medios de comunicación. Santiago cuenta su experiencia en el jardín de infantes en el que trabajó el tema. "Lo primero que se hizo fue tratar de que no tuvieran miedo, -cuenta- que sepan que no les iba a caer una bomba en la casa, pero también que pudieran pensar por sí mismos cosas que pasaban en relación a la guerra y no simplemente repetir lo que decían sus padres".
ø Fuente: REVISTA PLANETARIO |
0 comentarios:
Publicar un comentario