EL RITMO. El maestro de la educación

 

Germinar Pedagogia Waldorf en Rosario, el Lunes, 03 de octubre de 2011, 22:54
La vida del hombre es rica en ritmos.
 No solamente juegan un importante papel en todos los procesos vítales, sino también en los procesos cognoscitivos. Cada cambio rítmico es al mismo tiempo un proceso de transformación.
 El aire que exhalamos es totalmente distinto del aire inhalado. Tales transformaciones pueden ser descubiertas también en el aprendizaje infantil.
 Quien ya sabe escribir ha olvidado los enormes esfuerzos para dibujar las primeras letras. Aquello que se aprende puede ser olvidado de nuevo, porque se transforma en capacidad.
 El ritmo del recuerdo y el olvido se convierte en una aproximación metodológica básica para la formación de las capacidades.
 Los maestros Waldorf apoyan este proceso no solamente a través del ritmo en el movimiento, sino también a través de métodos didácticos que contemplan la naturaleza rítmica del aprendizaje.
En el transcurso de los últimos diez años se ha redescubierto el sentido del ritmo para el hombre.
Podemos ver como toda vida es ritmo, como el conjunto de procesos vitales es una armonía de ritmos, si observamos el ser humano descubrimos una multiplicidad de ritmos diferentes.
 La investigación cronobiológica ha estudiado el carácter rítmico de los procesos metabólicos y su significado para la ciencia médica. Pero no solamente aparecen los ritmos en el metabolismo, el ser humano también se sitúa en una relación rítmica con su entorno. Ello es evidente en dos ámbitos de los que raramente nos ocupamos: Los ritmos de inspiración y expiración y los ritmos de sueño y vigilia. Aunque ambos procesos rítmicos están relacionados con el ámbito fisiológico, podemos experimentar cómo se hallan directamente relacionados también con el estado anímico.
 ¡Cuán diferente es la respiración en el momento en que tensos esperamos el desenlace de una historia de aventuras, de cuando en estado casi de ensoñación escuchamos una sinfonía! Cualquiera que traspasar una noche de insomnio vuelve al trabajo a la mañana siguiente sabe cuánta relación guarda un buen sueño nocturno con la capacidad de concentración.
Ambos ritmos, que acompañan al hombre durante toda su vida, desde el nacimiento hasta su muerte, cambian a lo largo del transcurso de la vida, lo que se puede ver claramente al comparar el ritmo de sueño de un niño, con el de un adulto. Un niño recién nacido duerme aproximadamente 20 horas.
Durante los primeros meses se prolongan lentamente los períodos de vigilia y al final del primer año de vida el niño permanece despierto más de la mitad del día.
 Al iniciarse la etapa escolar desaparece la siesta y solamente en la etapa de la pubertad la duración del sueño, así como la estructura externa del mismo, se aproximan a las del adulto.
 Es interesante considerar la relación entre un interés dirigido del niño y el aumento de los periodos de vigilia. Cuanto más tiempo pasa un niño despierto más atención dedica a su entorno. Aquí se puede constatar un paralelismo entre la vigilia fisiológica y la vigilia anímica, que puede tener un especial significado para la comprensión del aprendizaje infantil y la enseñanza.
El sueño no juega solamente un papel pasivo en la vida anímica del ser humano. Si durante el día no hemos podido resolver un problema la sabiduría popular nos dice: “Consúltalo con la almohada”. Ante una decisión vital, sobre la cual antes de dormir hemos pasado de pros a contras y de contras a pros, podemos encontrar al despertar una clara dirección que tomar. Tales experiencias nos indican que el sueño, que ante la conciencia diurna aparece como un tiempo de inconsciencia, no es realidad un período de inactividad anímica.
Este intercambio entre conciencia e inconsciencia, entre sueño y vigilia es un aspecto central del proceso de aprendizaje. Quien sabe escribir ha olvidado los enormes esfuerzos necesarios para dibujar las primeras letras. Todo aquello que se aprende puede ser olvidado de nuevo, es decir, puede desaparecer de la conciencia de vigilia. Olvidar es para el pensamiento, lo que el sueño es para el hombre completo.
 Como muestra el ejemplo sobre el aprendizaje de la escritura, aquello que se olvida se transforma, se convierte en capacidad. Una relación conciente con el ritmo de recuerdo y olvido se convierte en metodología básica para la formación de las capacidades.
 Las materias educativas son también un medio para esta formación. En base a este principio, la formación por periodos, cultivada en las escuelas Waldorf desde sus inicios, ha sido aplicada de forma prolongada por muchas escuelas.
 En la enseñanza diaria se cuida igualmente la disposición rítmica – el ejercicio, la asimilación, la recepción de nuevos contenidos se suceden, aquella materia que se ha impartido el día anterior será recordada al día siguiente y los alumnos volverán a trabajar sobre ella.
 El lado nocturno de la vida del alma se toma en serio.

Jon McAlice
Bibliografía:
A. Borbely, Das Géminis des Schlafes, Stuttgart 1984
Ernst- M. Kranich et al., Die Bedeutung des Rhythmus in der Erziehung, Beiträge zur
Pädagogik Rudolf Steiners, Bd. I, Stuttgart 1992
Bernd Rosslenbroich, Die rhythmische Organisation des Menschen. Aus der Forschung
der Chronobiologie, Stuttgart 1993
Rudolf Steiner, Ensprechungen zwischen Mikrokosmos und Makrokosmos (gA 201),
Dornach 1987
Rudolf Steiner, Die Erneuerung der pädagogisch-didaktischen Kunst durch
Geisteswissenschaft (GA 301), Dornach 1977

“El interés por la Pedagogía Waldorf alemana ha aumentado en todo el mundo en una medida tal que estas escuelas cuentan entre los mejores progresos pedagógicos que ayudan al desarrollo individual de niños de todas las culturas y partes del mundo. Por ello merece apoyo de todo tipo.”

Dr. H.C. Hildegard Hamm-Brücher, Ex-Ministra de Estado de la República Federal de Alemania

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